jueves, 28 de octubre de 2010

Enamorado del mar

Os presento a uno de los pocos helechos en el mundo que vive junto al mar, el Asplenium marinum. Su apego al medio marino es tan grande, que vive del agua salada que le llega con las salpicaduras de las olas cuando chocan contra las rocas costeras y de la humedad de la brisa marina que se condensa sobre sus frondes.

Asplenium marinum en mayo en la costa de la Isla de Faial del Archipiélago de las Azores a pocos metros del mar.

Durante millones de años se ha ido adaptando a este hábitat tan peculiar, de manera que la sal no le hace ningún daño, pues tiene mecanismos osmóticos para impedir que sus raíces la absorban y un sistema excretor para eliminar la poca que consigue penetrar en sus tejidos. Este sistema excretor es muy inteligente. El Asplenium marinum envía toda la sal acumulada en sus tejidos hacia las frondes viejas que están a punto de mustiarse y secarse. De esta manera tan ingeniosa consigue mantener libres de sal las frondes más tiernas. Lo que mataría a la gran mayoría de helechos para él no es ningún problema.

Ampliando esta imagen con un doble click se pueden apreciar los curiosos surcos que recorren todo su raquis.

Sus frondes son coriáceas, como de plástico, de un color verde claro muy vivo y de una longitud que oscila entre 5 y 25 cms. El haz del raquis está recorrido en toda su extensión por dos surcos que canalizan hacia las raíces la humedad condensada en sus frondes procedente de la brisa marina, que cada madrugada sube desde el mar y riega todo lo que moja. De esta manera, aunque no llueva durante meses, consigue la humedad necesaria para vivir.

Soros maduros de un vivo color marrón a mediados de mayo.

En el envés de las pinnas se encuentra su sistema reproductor en forma de gruesos soros sin indusio repletos de esporangios.

Esporangio de Asplenium marinum antes de la dispersión de las esporas.


Esporangio de Asplenium Marinum repleto de esporas contenidas en una bolsa transparente, formada por una membrana que en la foto se ve desgarrada. El anillo está parcialmente desplegado y por alguna razón no ha conseguido dispersar las esporas. 

Un esporangio tiene una estructura y unas funciones similares a las del útero de los mamíferos. Cada uno de los esporangios que forman un soro está unido a la superficie de una pinna por una especie de cordón umbilical llamado esporangióforo, que no es más que un tubo de células huecas, por donde el esporangio recibe los nutrientes que le proporciona la pinna.

Esporangio vacío y completamente desplegado en el que se aprecian muy bien todas las partes que lo forman. A la izquierda se ve el tubo de células huecas llamado esporangióforo, por el que la pinna nutre al esporangio.

Los nutrientes pasan hacia el anillo de células, que hace las veces de placenta y abraza las esporas contenidas en una membrana transparente en forma de bolsa. Las esporas reciben los nutrientes a través del anillo y van madurando. Mientras tanto el anillo, además de rodear como un útero las esporas y alimentarlas como una placenta, va acumulando energía y poniéndose en tensión. Cuando por fin las esporas están maduras y el helecho detecta que se cumplen las condiciones de humedad y temperatura adecuadas, el anillo se despliega como una catapulta con una fuerza inusitada, la membrana de la bolsa se desgarra y las esporas salen despedidas lo más lejos posible, quedando a merced del viento y el agua para encontrar un lugar ideal para su germinación.


Esporas más bien pequeñas, como las de la mayoría de helechos diploides.

Las esporas que logran caer en una pequeña grieta de una roca costera que contenga un poquito de sustrato, germinan y, tras la unión de sus gametos, nace un nuevo helecho enamorado del mar.

Diminutos Asplenium marinum recien nacidos. En esta etapa de su desarrollo son una simple fronde en forma de corazón verde, surgida de la oósfera fecundada de un gametofito.

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