miércoles, 30 de noviembre de 2011

Diploschistes diacapsis, le encanta que lo pisoteen

El líquen Diploschistes diacapsis fue todo un descubrimiento para mí. Aquella tarde de otoño caminaba detrás del prestigioso botánico y excelente amigo Juan Rita Larrucea, sorteando jaras, lentiscos y romeros. Nos dirigíamos hacia una balsa temporal situada en una garriga litoral del suroeste de Mallorca para ver la pequeña población del helecho acuático Marsilea strigosa que era para mí una asignatura pendiente. Juan se había ofrecido amablemente a enseñármela. 

Recomiendo ampliar las fotos con un doble click.

Mientras atravesábamos un claro de la garriga con escasa vegetación y con las rocas calcáreas asomándose por encima de la delgada capa de tierra arcillosa, de pronto noté que Juan aminoraba su paso y miraba mis pies por el rabillo del ojo. Se había dado cuenta de que yo evitaba pisar los líquenes y me estaba rezagando. Sonriendo me dijo: "No temas, no les haces ningún daño si los pisoteas. Estos líquenes crecen expresamente en los sitios de paso de personas y animales, pues al pisarlos se trocean y cada trozo es un nuevo liquen que sigue creciendo. Es su forma de reproducirse vegetativamente por fragmentación".

La ilusión por ver la Marsilea strigosa por primera vez en mi vida no me impidió perder un poco de tiempo en contemplar aquella maravilla de la naturaleza que se había adaptado inteligentemente al pisoteo del ganado. Me agaché y le tomé varias fotos con mi vieja cámara digital para llevármelas como recuerdo de aquel día lleno de sorpresas que me había regalado Juan, pues una hora antes en otra garriga me había enseñado otro helecho diminuto que era también una asignatura pendiente para mí, el Ophioglossum lusitanicum.


Ya sin miedo de pisotear aquellos líquenes blancos que no había visto antes en mi vida, sentí como crujían y se fragmentaban bajo mis zapatos. Saqué el bolígrafo que suelo llevar siempre en el bolsillo de la camisa y escribí en la palma de mi mano el complicado nombre del líquen que Juan me había deletreado, Diploschistes diacapsis. En cuanto llegue a casa, pensé, buscaré información en google y en una excelente Guia de Líquenes, Musgos y Hepáticas que me compré en Jerez de la Frontera hace varios años.

Diploschistes diacapsis muy fragmentado tras el paso de un rebaño de ovejas.

El Diploschistes diacapsis, también llamado Diploschistes steppicus, suele crecer a pleno sol aplicado sobre sustratos carbonatados o yesosos. En Mallorca vive sobre suelos arcillosos muy pobres con escasas lluvias y una fuerte insolación. Vistos de lejos estos líquenes parecen afloramientos de las rocas calcáreas sobresaliendo unos milímetros por encima de la capa de tierra.


El cuerpo del líquen, o sea, la placa blanca recibe el nombre de talo. Suele tener un grosor de unos 2 milímetros y llega a medir hasta 20 centímetros de diámetro. Su superficie es irregular, verrugosa, de color blanco con tonalidades beig o gris claro y salpicada de puntitos negros o grisáceos en forma de diminutos discos muy hundidos en el talo llamados apotecios. A veces partes del talo están separadas del suelo dejando huecos.

Un líquen es la asociación simbiótica entre un hongo, un alga y una levadura. Los apotecios son los órganos reproductores del hongo simbionte o micobionte. En cada apotecio hay unos pequeños sacos llamados ascos, donde se forman las ascósporas verdosas o parduzcas en número de 8 por cada asco. Tras una lluvia copiosa los ascos alcanzan rápidamente la madurez, se vuelven muy turgentes y estallan, liberando las ascósporas explosivamente al aire para que lleguen lo más lejos posible.

Detalle de los apotecios en distintos estadíos de maduración. Empiezan puntiformes y poco a poco se van ensanchando y hundiéndose en el talo, formando pequeños cráteres.

El segundo componente del líquen recibe el nombre de ficobionte y está formado por algas unicelulares que viven en muy escaso número en el suelo. En condiciones de aridez extrema las algas sólo pueden sobrevivir asociadas a un hongo y a una levadura formando un líquen. Tras una lluvia copiosa algunas células algales se liberan del hongo y caen en los pequeños charcos donde se reproducen como cualquier alga. Su vida acuática es muy breve. Si el charco se seca, las algas mueren. Para no extinguirse recurren a la inteligente estrategia de asociarse a un hongo y una levadura.

Cuando una ascóspora es dispersada por el estallido de un asco vuela lo más lejos posible ayudada por el viento y si cae sobre un sustrato húmedo adecuado germina y empieza a producir una maraña de filamentos o hifas. Sin embargo, si no encuentra pronto un alga unicelular y una levadura con las que asociarse, el hongo muere literalmente de inanición al faltarle el aporte de hidratos de carbono sintetizados por la clorófila del alga y algunas sustancias sintetizadas por la levadura.

Cuando hay suerte y el azar hace que los tres simbiontes se encuentren en el mismo punto donde cayó la ascóspora, generalmente un pequeño acúmulo de agua de lluvia en el suelo, a medida que las hifas del hongo van formando una maraña de filamentos, es decir, la estructura del líquen, el alga unicelular y la levadura se van reproduciendo por división celular simple y las nuevas células algales y de la levadura se van situando entre las hifas en íntimo contacto con ellas, como si de inquilinos de un edificio se tratase. Empieza entonces la verdadera simbiosis. Las hifas fúngicas absorben agua y minerales del suelo y los transfieren a las algas y a la levadura. Las algas a cambio sumisnistran a las hifas del hongo los hidratos de carbono que han elaborado a partir de la luz solar. La células de la levadura, siempre en escaso número, sintetizan proteinas todavía desconocidas pero imprescindibles para la coexistencia exitosa de los tres simbiontes a través de su ARN, que se muestra muy activo, mucho más que los de los otros dos simbiontes. Forman pues un trío de conveniencia bien avenido en el que los tres "conyuges" sacan un beneficio. En definitiva, representan una inteligente estrategia de supervivencia de tres seres que por separado no podrían sobrevivir.

Se entiende pues la necesidad de este líquen de ser pisoteado, ya que la reproducción vegetativa por fragmentación del talo es mucho más fácil y segura que la azarosa reproducción por esporas en un hábitat donde las lluvias son muy escasas y predomina la aridez extrema durante la mayor parte del año.



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